Iluminados de Tolox

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Introducción

Al querer aproximarnos a los hechos ocurridos en la villa de Tolox, en marzo de 1886, encontramos quizás el primer escollo con su propia denominación: “los iluminados”. En este sentido quizás la palabra correcta a utilizar hubiese sido “alumbrados”. Ya un movimiento parecido se había extendido durante el S. XVI por Andalucía y Extremadura, pretendiendo hallarse iluminados por la gracia de Dios, defendían que podía llegarse al estado de perfección empleando únicamente como medio la oración. Otra opinión interesante es la de Gregorio Marañón:

El mismo “San Ignacio y muchas de las primeras y más esclarecidas personas de la compañía” fueron sospechados de esta herejía; y los más insignes místicos españoles: Santa Teresa, el beato Juan de Ávila, Fray Luís de Granada. Pero más que verdadera heterodoxia, el alumbramiento acabó siendo desvergonzada treta con la que seglares libidinosos embaucaban a mujeres simples, con frecuencia monjas, haciéndoles creer, en provecho de su lascivia, que los pecados, sobre todo los sexuales, eran gratos a Dios. La inquisición persiguió duramente a estos herejes o cínicos y en casi todos los autos de fe de la época figuran reos de tal pecado.[1]

Pero si nos ceñimos más a la realidad todo parece indicar que ni se trata de iluminismo, ni de alumbramiento. Más bien parece un fenómeno de fanatismo religioso como así trataremos de exponer. Aunque detrás de todo esto puedan existir otro tipo de intereses.


También podemos discutir si el hecho en cuestión merece una investigación exhaustiva, a no ser que tratemos de examinar fenómenos de mentalidades colectivas. En principio podemos tener dos cosas claras, que además van paralelas a la trascendencia de estos sucesos:

  1. Al presentarse en el lugar de autos dos parejas de la guardia civil estos tuvieron que hacer un atestado.
  2. Como segunda cuestión constituyó un hecho sin precedente (al menos cercano) en la historia de un pueblo sumergido en sus tradiciones.
Para lo primero hoy en día es posible que ni siquiera constituyese delito, y si lo es podría “arreglarse” pagando su correspondiente sanción. Para la segunda cuestión la mentalidad de los pequeños municipios andaluces ha cambiado mucho en estos 123 años que han transcurridos. Pero de todas formas los pueblos siguen siendo pequeños oasis donde la moral tradicional encuentra fáciles estructuras para su conservación, aunque ésta se amolde con el devenir de los tiempos. Precisamente una de las principales razones para esto es que todo el mundo se conoce, no sólo hablamos de un conocimiento presente, sino también, en el caso de los mayores, del pasado, y en cierto sentido muchos se encuentran emparentados.
  1. Gregorio Marañón. Obras Completas, Espasa Calpe, Madrid, 1976. Vol. V p. 689.

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