Jose Maria el Tempranillo
Jose Maria "El Tempranillo"
Al sur de Córdoba, en Jauja, aldea de Lucena, a la orilla del Genil, nació un 21 de junio de 1805 Jose Pelagio Hinojosa Cobacho, más conocido popularmente por José María, El Tempranillo. Malos tiempos corrían para las pobres familias jornaleras en aquellos inicios del siglo XIX: una guerra por delante contra el invasor francés, una continua inestabilidad política y hambre, mucha hambre e incultura por todas partes.
Ignorada hubiese transcurrido su vida si no es porque en aquella trágica romería de San Miguel, en la Ermita de los Montes, aparecieron las navajas, extremo brillante y afilado del honor ultrajado. Una mujer fue la causa primera de una vida -desde entonces- errante y al margen de la ley; y de otra que se apagó en un charco de sangre.
- ¡Temprano empiezas, muchacho! ¡Temprano empiezas!
Carretera y manta. Y frío, y calor, y polvo, y persecución, y soledad y miedo...
Viajar por Andalucía era, según Theóphile Gautier, muy peligroso: "A cada paso se arriesga la vida, y los menores incovenientes con los que se tropieza es las privaciones de todo género, la falta de las cosas más indispensables para la vida, el peligro de los caminos, verdaderamente impracticables para quienes no sean arrieros andaluces; un calor infernal, un sol capaz de derretir el cráneo; además, hay que enfrentarse con los facciosos, los ladrones y los posaderos, gente bribona, cuya honradez se acomoda al número de carabinas que lleva uno consigo. El peligro os rodea, os sigue, os precede; sólo oís cuchichear historias terribles y misteriosas".
Aquel muchacho de Jauja, de una inteligencia natural infinitamente más grande que su estatura, formó una partida de bandoleros que se dedicaron al asalto de galeras y diligencias y a la imposición de un tributo al viajero. Los robos se hacían siempre a la luz de día, eludiendo la violencia: "Quita una sortija -escribe Merimée- de la mano de una mujer: - Ah, señora, una mano tan bella no necesita adornos. Y mientras desliza la sortija fuera del dedo, besa la mano de un modo capaz de hacer creer, según la expresión de una dama española, que el beso tenía para él mas valor que la sortija".
su fama de ladrón que roba a los ricos para entregarlo a los pobres se va extendiendo por toda Andalucía: "Líbrese usted de creer que el capitán amasara tesoros. Lo que recibía o tomaba, sus manos lo distribuían inmediatamente". Así se expresaba Valérie Gasparín, una viajera francesa enamorada de España que recorrió Andalucía a mediados del XIX. También nos dieron jugosas noticias de él varios escritores extranjeros como Richard Ford, Prosper Mérimée, Theophile Gautier, Reinhart Dozy, Astolphe Custine, etc. El primero de ellos nos dice que José María era bajo de estatura, pero de vigorosa constitución, capaz de sobrellevar el sufrimiento. Sus ojos eran de una extraordinaria viveza y sus labios finos y apretados. "La mano izquierda la tenía destrozada por habérsele descargado una pistola accidentalmente y haber tenido que curarse a sí mismo durante veinticinco días, pasados siempre a caballo".
El Capitán General de Andalucía, D. Vicente Quesada, se desespera y ofrece una fuerte recompensa: "se abonará seis mil reales de vellón a la partida del Ejército, de Voluntarios Realistas o cualquier persona que entregue vivo o muerto al referido José María, alias El Tempranillo, y tres mil por cada uno de los que acompañan a este malhechor".
En Torre Alháquime, un pueblecito de la Serranía de Ronda, nació la que con los años se convirtió en su mujer, María Jerónima Francés, fallecida en el parto de su primer y único hijo, también llamado José María. A la parroquial de Grazalema acudió El Tempranillo con su hijo en brazos en 1832 para que lo bautizaran, sin ser incomodado ni perseguido por nadie, con gran escándalo de las autoridades.
La situación se hace insostenible y las presiones de los ricos hacendados andaluces hacia las autoridades locales provocan la intervención del propio Rey Fernando VII. Así se produce el indulto, extensivo a todos los miembros de su partida, a excepción de Veneno. De entre ellos, unos cuarenta hombres, destacaban Juan Caballero El Lebro, de Estepa; José Ruiz Germán, alias Venitas, de Badolatosa; y Francisco Salas, alias El de la Torre, cuñado de José María.
En la Ermita de la Virgen de la Fuensanta y Guía, en Corcoya, aldea de Badolatosa, se produjo -según Juan Caballero El Lero- el acto de indulto: "todos nos juntamos en la Fuensanta como estaba acordado, todos muy contentos con las mejores ropas que cada uno tenía, con los caballos y las armas... dirigiéndonos los tres comandantes delante y los compañeros y familiares detrás... y pusimos todas nuestras armas en una mesa y entregamos también nuestros caballos y cada uno siguió ya hacia su casa".
Abandonada la peligrosa vida del bandidaje ya pueden vivir tranquilos, sin sufrir las inclemencias del tiempo, sin tener que pasar la noche en vigilia, sin jugarse la vida a cada paso. José María y varios de sus hombres forman la Partida de a caballo de Andalucía, a la órdenes del Capitán General, el marqués de las Amarillas, con la finalidad de perseguir a delincuentes y ponerlos a disposición de la Justicia: "Cuando ya indultado, se hallaba ocupado en la persecución de malhechores, un día llegó a Sevilla a recibir órdenes del Capitán General, que era el Excmo. Sr. Marqués de las Armillas, este caballero lo presentó a su hijo, el actual Duque de Ahumada, que por aquel tiempo esta en Andalucía mandando un cuerpo de Infatería. Aquí tienes un valiente -dijo el Capitñán General de Sevilla a su hijo mostrándole a José María-. Un valiente no, señorito, sino un hombre que nunca se aturde; contestó el antiguo bandolero dando en esta respuesta breve y concisa una idea exacta de la cualidad más esencial del verdadero valor: la serenidad en el peligro".
Muy pocos meses va a durar esta nueva misión, puesto que en septiembre de 1833 José María, El Tempranillo halló la muerte mientras perseguía a otro José María, El Barberillo, bandido de Estepa. Ocurrió en el cortijo de Buenavista, en las inmediaciones de la sierra de Camorra. El Barberillo, oculto tras una ventana, disparó su arma a traición. Los hombres de la partida conducen a su comandante herido gravemente hasta el Parador de San Antonio, en la calle Granada de la cercana población de Alameda.
Presiente su cercana muerte, por ello recibe los auxilios espirituales del parroco Navarrete y se dispone, también, a dictar su última voluntad, ante el notario Jerónimo Orellana, único escribano de aquel pueblo. Un día más tarde de caer herido, el 23 de septiembre de 1833, José María, El Tempranillo moría rodeado de sus hombres, cuando sólo contaba 28 años de edad: "En el lugar de la Alameda Vicaría General de la Villa de Estepa, en veinte y cuatro días del mes de septiembre de 1833, se dio sepultura eclesiástica con entierro llano y misa de cuerpo presente al cadáver de José María Hinojosa natural de la población de Jauja, jurisdicción de Lucena, marido que era de Mª Gerónima Franés. natural de la Torre de la Aquime. Recibió los santos Sacramentos y testó el día 22 del corriente ante Don Gerónimo Orellana, Escribano público y del número de este pueblo".
Su testamento demuestra que en su larga carrera delictiva nunca amasó fortuna personal: dos casas, dos caballos, algunos reales prestados que nunca llegaría a cobrar, y un hijo huérfano que no contaba aún dos años de edad, fue todo el patrimonio que legó el rey de Sierra Morena. Seis días más tarde, un 29 de septiembre, moría en Madrid el Rey de España, Fernando VII.
En un triángulo de reducidas dimensiones, con vértice en Jauja, Corcoya y Alameda, se encierra en resumen la vida y la muerte de José María. Las provincias de Córdoba, Sevilla y Málaga, unidas por un mito del pueblo andaluz. Con El Tempranillodesaparece el prototipo del bandido generoso. Después de él nadie supo ni pudo imitar su estilo.
Bibliografía
Guía Turística Ruta del Tempranillo
Referencia
Texto de: D. José Antonio Rodríguez Martín
Principales editores del artículo
- Fátima (Discusión |contribuciones) [1]