Leyendas de Bollaco
Fantasmas, apariciones extrañas y curiosos encantamientos se concentran en una zona llena de misterio, Bollaco, un lugar lleno de encanto que se encuentra a la salida del municipio de Jubrique, en el antiguo camino de Faraján.
La gallina del “Cancho Pompa". Según testimonios de nuestros mayores, en la zona conocida como el camino de Faraján (actualmente, carretera de Faraján), y más concretamente en las inmediaciones del “Cancho Pompa”, una familia volvía al pueblo tras una dura jornada de trabajo en el campo. Pasaban las diez de la noche una fría noche de invierno, cuando pasaron por este preciso lugar. De repente, de debajo de un tajo con forma de cueva que había al lado del camino, vieron salir una gallina con sus siete pollos. Corrieron y revolotearon bajo sus pies durante algunos minutos, hasta que siguieron camino abajo piando y batiendo sus alas. Fue tal la sorpresa y el congojo, que los miembros de la familia quedaron mudos y corrieron desesperados hasta su casa. Este hecho marcó de por vida a la familia, ya que no es común que las gallinas salgan a comer y revolotear durante la noche, ya que son animales diurnos como la mayoría de las aves, y permanecen en sus nidos durante la noche. Otros vecinos también fueron testigos de este insólito hecho. Cuentan, que algunas personas acudieron al lugar con trigo y otros cereales para intentar capturarla, pero para ellos, nunca más apareció.
Según los testimonios de estos trabajadores, cuando volvían a casa al anochecer, al pasar por un punto concreto del camino, oían golpes secos y gritos acompañados de sonidos similares al que producen las cadenas al rozarse entre sí, y al ser golpeadas contra el suelo. En una ocasión, uno de los mozos decidió armarse de valor y se acercó al punto exacto donde provenían estos extraños sonidos. Cuenta que efectivamente, al llegar al lugar, sintió como le golpeaban en sus piernas fuertemente con cadenas, hasta el punto de producirle heridas sangrantes. Tras este acontecimiento, el resto de mozos que le acompañaban decidieron investigar en el pueblo para saber el por qué de esos hechos, y por qué se producían en ese lugar. Descubrieron que a ese mismo lugar fue conducido un hombre encadenado, y fue fusilado allí mismo por traidor. Desde ese momento, su espíritu de venganza sigue vagando por la zona para atormentar a los transeúntes.
Debido a este hecho, durante cierto tiempo, los vecinos de Jubrique evitaban que sus animales bebieran en esa fuente para que no cayeran enfermos. No obstante, un vecino pensó que todo era una falsa y que era una invención de algunos vecinos con el objetivo de que quedara más agua para sus animales. Así pues, este hombre no hizo caso de las advertencias de sus vecinos y decidió dar de beber a sus dos mulas de trabajo de camino a casa tras su jornada. A los pocos días ambas mulas enfermaron y murieron a consecuencia de la picadura de estos bichos. Este vecino, lleno de rabia por la muerte de sus dos mulas, decidió acercarse a la fuente y dio una patada a un cántaro de barro que se encontraba allí, pensando que de ese modo, acabaría con la “maldición” del agua. A consecuencia de la patada, el cántaro cayó al suelo y se le rompió una de sus asas. A los pocos días, este mismo hombre enfermó de una extraña dolencia en uno de sus brazos, tal fue la infección que contrajo, que tuvieron que amputarlo para evitar males mayores. Cuenta la leyenda que el agua de esta fuente está encantada, y que la maldición del la fuente hizo que el hombre perdiera también su brazo como venganza a la rotura del asa del cántaro.
El fantasma del “arroyo la calá”. Más recientemente, a mediados del s.XX cuentan vecinos y vecinas de esta misma zona que se podían oir extraños gritos y se aparecían entes cubiertos con una túnica blanca. Este arroyo se encuentra también en el camino hacia pueblo, en las cercanías del camino de Faraján, por lo que diariamente era transitado al atardecer por los trabajadores de Jubrique que volvían a casa. Varios fueron los testigos que presenciaron estos extraños acontecimientos durante años y el temor se contagió en el pueblo. Al pasar por allí, cuentan que cerraban los ojos y se tapaban los oídos e intentaban pasar lo más rápido posible para evitar ver y oír a esos entes. Finalmente, algunos vecinos de armaron de valor y decidieron hacerle frente a esa extraña presencia. Descubrieron que era un vecino de la zona que se disfrazaba con una sábana blanca y emitía ruidos extraños, con el objetivo de ahuyentar y atemorizar a los transeúntes para que no le robaran sus frutos y enseres.
Bibliografía: fuentes orales por parte de los vecinos y vecinas de Jubrique.