Julio Benítez y Benítez
Julio Benítez y Benítez (n. El Burgo, 17 de agosto de 1878 - Igueriben (Marruecos), 21 de julio de 1921), militar, distinguido con la Cruz Laureada de San Fernando, a título póstumo.
Biografía
Alcanzado el empleo de Subteniente del arma de Infantería, marchó voluntario a la guerra de Cuba donde, por sus esforzados méritos, se le concedió la Cruz de María Cristina. En 1912, ya con el grado de Teniente, se incorporó a la guarnición de Melilla pasando destinado al Regimiento de "Ceriñola". Hombre de profundas convicciones patrióticas, desde el primer momento se convirtió en el alma de la defensa de Igueriben. Con constantes derroches de valor y total desprecio de su vida, recorría los puestos de tirador para infundir alientos y animar a sus hombres, lo que le convirtió en ejemplo de tan altas virtudes militares que, a pesar de las extremas condiciones que soportaban en el blocao, los supervivientes afirmaron que todos habían depositado en él una fe ciega en el triunfo. En telegrama a su Comandante General que les autorizaba a retirarse, Benítez contestó: "Los de Igueriben mueren pero no se rinden. Tengo doce disparos de cañón; cuéntenlos, y cuando oigan el último hagan fuego sobre nosotros pues estaremos revueltos con los moros".
Por el gran espíritu militar demostrado en la defensa de la posición que se le había encomendado, en enero de 1925 le fue concedida la Cruz Laureada de San Fernando, la más insigne recompensa de los ejércitos españoles y una de las condecoraciones de mayor prestigio en todo el mundo.
Igueriben, 17 de julio de 1921
Cuando a comienzos de julio el Comandante Benítez fue transferido de Sidi Dris a Igueriben en la posición se venían sufriendo paqueos[1] y hostigamiento desde hacía varias semanas. Distante cinco kilómetros de Annual, una pequeña población situada al noroeste del protectorado español en el norte de África, el blocao[2] de Igueriben ofrecía pocas ventajas a sus defensores: las barrancas que rodeaban la fortificación forzaron a los zapadores a tender la línea de espinos demasiado próxima a las trincheras, eventualidad esta que beneficiaría a unos posibles asaltantes; caso de dominar el enemigo las alturas periféricas el camino de acceso estaría totalmente batido y, por tanto, inutilizable; y, lo que es peor, se carecía de abastecimiento de agua. La guarnición la integraban dos compañías de fusiles, una de ametralladoras y una batería ligera, en total, 350 hombres. El día 14 de julio se intensificaron los ataques, coyuntura esta que obligó a los integrantes del destacamento a permanecer de continuo en los parapetos soportando durante el día un sol abrasador.
La mañana del 17 se agotaron las reservas de agua. El 18 los moros emplazaron dos cañones cuyos fuegos causaron fuertes daños en las defensas y un gran número de muertos y heridos entre los sitiados. Sin embargo, lo realmente grave dentro del reducto eran los estragos que estaba causando la sed. Se había recurrido a estrujar patatas para sorber el liquido que almacenaban y a beber el jugo de las conservas, llegando algunos hombres a ingerir orines, tinta de escribir o colonia. El día 21, una columna de 3000 soldados procedentes de Melilla intentó acercarse en auxilio de la posición pero fue duramente atacada y hubo de emprender la retirada tras haber sufrido más de 150 bajas.
Ante la imposibilidad del socorro, desde la Comandancia General se autorizó la evacuación del puesto. Benítez ordenó entonces destruir cuanto de provecho pudiera ser utilizado por los harqueños[3], incendiándose las tiendas y barracones e inutilizándose las piezas de artillería. En pequeños grupos comenzaron a abandonar el recinto siendo el último en hacerlo el propio Comandante, el cual resultó mortalmente alcanzado por fuego enemigo antes de llegar a la alambrada. El resto de los defensores fue masacrado en su retirada, logrando escapar y llegar con vida a Annual tan solo un Sargento y diez Soldados, algunos de los cuales fallecieron a las pocas horas debido a las heridas y privaciones sufridas durante el cerco.
Notas al pie
- ↑ Paqueo: Por la sensación auditiva que producían los disparos de los francotiradores moros, nuestras tropas comenzaron a llamarles pacos, onomatopeya resultante de unir el sonido del disparo (pa) y el eco del mismo (co)
- ↑ Pequeña fortificación de madera y sacos terreros, fácilmente transportable
- ↑ Integrantes de una harka, apelativo rifeño para describir una campaña o expedición militar
Principales editores del artículo
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