Malaka

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Malaka fue el nombre originario de la actual ciudad de Málaga, en el sur de España. Este asentamiento fenicio, fundado en el siglo VII adC en el entorno del Cerro Gibralfaro, fue bautizado con el nombre Mlk, que según algunos autores, significa factoría. Para otros, es el nombre de una deidad fenicia.

La ciudad primitiva la conocemos por fuentes como Estrabón o Pompilio. El primero de ellos habla de Mainake y Malaka, de la que dice que era una ciudad semita, de planta irregular, a diferencia de Mainake, que se encontraba mucho más al este, y cuyas casas seguían un trazado totalmente ortogonal. Por todo lo expuesto y por la numismática pensamos que Malaka coincide con Málaga, mientras que Mainake se corresponde con el yacimiento fenicio de Toscanos.

Malaka para algunos significa emporio, lugar de trabajo, factoría o incluso “aderezo con sal”, lo que implica que las salazones de pescado constituían el pilar fundamental de la economía de la ciudad, que llegó a alcanzar 6 o 7 hectáreas.

Ubicada en la bahía de Málaga, Malaka se extiende a los pies de la colina donde se emplazan las fortalezas medievales de la Alcazaba y Gibralfaro, próximo al cauce del río Guadalmedina.

Los límites de la ciudad eran los que a continuación se relacionan: por el este, las estribaciones de la Alcazaba. Por el sur se encontraba, evidentemente, el mar y, en concreto, el que había en el actual Palacio de la Aduana. Lo que hoy es calle Larios era una entrada de agua marina que llegaba hasta la plaza de la Constitución. Por el norte la ciudad llegaba a la plaza de la Merced o la calle Álamos. Y por el oeste, estaba el río Guadalmedina, en lo que hoy es la plaza del Obispo.

Desde la Alcazaba, la población se extendía hacia la calle Císter, calle San Agustín y el montículo de la Catedral. El puerto sería una cala natural y estaría donde hoy se localiza el Palacio de la Aduana. Otros autores opinan que podría encontrarse en la plaza del Obispo.

Si pensáramos que la ciudad de Malaka se había fundado únicamente con los habitantes del Cerro del Villar, sería fenopúnica. Pero hoy sabemos que la ciudad ya existía en el S. VII. Los materiales más antiguos que teníamos con anterioridad a las últimas excavaciones y que hacían referencia a un pasado anterior a la época romana, procedían del derribo de la Alcazaba y el Teatro Romano. Estos materiales estaban, en su mayoría, fuera de contexto arqueológico y pertenecían a la colección Loringiana.

Manuel Rodríguez Berlanga realiza el catálogo de la colección loringiana en el que aparecen las fotografías de los materiales. Además de lucernas (muy interesante es la lucerna de dos picos, típica de la época, mientras que en época romana eran de un solo pico), jarros, tenían un fragmento de un jarro de bronce con palmeta que según Rodríguez Berlanga apareció en el entorno de la Alcazaba y el Teatro Romano (siglo VI y V), un escarabeo (colgante o anillo) seudoegiptizante de coral del siglo IV (marco púnico), un medallón de oro de 18 centímetros de diámetro que se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional (Madrid) parecido al de Trayamar, con decoración en ambas caras con representaciones de temas orientales como el árbol sagrado y con la técnica del repujado y el granulado, que ha llevado a José María Blázquez a fechar ese medallón en el siglo VIII, huesos taladrados (flautas o goznes de sarcófagos), una placa de marfil con escena egiptizante (siglo VII). Estos materiales de cronología diversa no se pueden remontar más allá del siglo VI.

En pleno S. XX la Ley de Patrimonio Arqueológico motiva los trabajos de excavación en el área del Teatro Romano, a la búsqueda de los niveles fenicios y púnicos.

En la zona alta del Teatro Romano-Alcazaba Gran Aymerich documenta, en varias campañas llevadas a cabo en la década de los 80, además de gran cantidad de material cerámico, pozos de agua y estructuras murarias (posibles casas) del siglo IV (época púnica). Después de realizar sus trabajos, los publicó en Málaga fenicia y púnica, París, 1991. Encontró una estratigrafía sin alterar que él divide en tres fases:

  • una primera fenicio-púnica (o feno-púnica), que abarca desde inicios del siglo VI hasta principios del siglo V;
  • otra púnica desde comienzos del siglo V hasta finales del siglo III,
  • y un último momento llamado púnico - romano que iría desde fines del siglo III a la segunda mitad del siglo I adC

para este autor, la ciudad de Malaka se dividiría en dos zonas destacables:

  1. la ciudad alta, que abarcaría las zonas altas de la Alcazaba y su ladera y
  2. la ciudad baja, que se extendería a lo largo de la Catedral, calle San Agustín y calle Granada.

Según el patrón de asentamiento que ya conocemos, se exigiría la proximidad de un río para el abastecimiento de la población y se sabe que existía un arroyo (hoy subterráneo) en calle Granada y un riachuelo en calle Alcazabilla, con lo que se cumplía el requisito.

En 1986 la arqueología corrobora lo que decía Aymerich y en la zona del antiguo Colegio de San Agustín, Manuel Recio encontró estructuras murarias del siglo VI y vaticina que la muralla podría continuar por toda la calle San Agustín, y encuentra así mismo restos de cerámicas griegas, etruscas y fenopúnicas. Un ejemplo es el dynos griego representado a la izquierda. Es un indicio de la presencia fenopúnica y del intenso comercio que realizaron. También se hallaron restos de habitaciones domésticas.

Se han encontrado dos niveles de muralla con una construcción típica de la costa de la Península Ibérica que es lo que se llaman la “casamatas", que consisten en unos pequeños muros, que determinan espacios interiores. La muralla data de principios del S. VI y está construida con mampuestoas unidos mediante argamasa, hecha de arena, cal y agua. El fragmento de muralla hallado tiene unas medidas de unos dos metros de ancho por cuatro metros de alto. Del mismo modo, se puede contemplar una torre del siglo VI y se ve que continúan los mismos muros con las mismas técnicas que se habían empleado en los de San Agustín. El caso es que esa muralla se superpone a estructuras del siglo VII y, en concreto, a casas de varias habitaciones y planta rectangular y a talleres metalúrgicos; y es que se han encontrado restos de escoria de metal que indican tareas metalúrgicas y una especialización. Los niveles del S. VII nos justifican no sólo la presencia de población, sino la producción.

Si a comienzos del S. VI se había construido una muralla, a finales de la misma centuria se construye otra, con bastiones y torres, que permite un paseo de ronda entre ambos lienzos. Es una muralla reforzada que suponen los arqueólogos que estuvo en uso hasta el siglo III adC No se sabe qué pudo ocurrir a lo largo del siglo, que requiriese esa segunda fortificación.

El solar II – III de calle Císter es amplísimo y está siendo excavado en este momento, allí donde la cadena Gallery quería edificar su hotel de lujo, pero se abandonó esta idea y hoy día se llevan a cabo trabajos arqueológicos antes de que se construyan apartamentos de lujo. En este yacimiento se han documentado restos de viviendas cuadrangulares con suelo de tierra apisonada o de conchas, restos de escoria y hornos metalúrgicos, parte de una torre de mampostería del S. VI y un fragmento de muralla que posiblemente sea un fragmento más de la que aparece en el colegio de San Agustín y el Museo Picasso. Las viviendas son anteriores y se fechan en el S. VIII o el VII adC el equipo de excavación, y esto es una primicia, ha identificado también una estructura que tiene forma de “piel de toro” o lo que en la época se llamaba “lingote de oro”, y que era habitual en ambientes sagrados en el mundo fenicio. De hecho, los altares fenicios tienen esa apariencia. La autora identifica esa estructura con un altar y se aventura a decir que en ese lugar debía estar el templo (¿?). Salvo eso, el único objeto sagrado que tenemos es un pebetero de época púnica, de cerámica, que apareció en la ladera de la Alcazaba, fuera de cualquier contexto arqueológico. En este quemaperfumes parece que se representa la imagen de la diosa Tanit (correspondiente a la Astarté de Oriente), casada con Melkart (correspondiente a Baal en Oriente). Así pues, nos preguntamos ¿dónde estaría el templo en caso de que lo hubiera? Los hallazgos actuales apuntan hacia la calle Císter, pero sabemos por acuñaciones monetarias del S. I adC que en la Alcazaba debió levantarse un templo con cuatro columnas del que no queda nada, salvo la citada referencia.

Málaga tenía una ceca y las primeras monedas que conocemos son del S. III adC y si bien las emisiones iniciales son anepígrafas, pronto aparecerían los símbolos astrales como la luna, el sol o las estrellas, acompañadas de la leyenda mlk (la Malaka de Estrabón).

A finales de los años noventa se llevan a cabo excavaciones en el actual Rectorado de la UMA y lo que se encuentra es un lienzo de la muralla árabe, que según los arqueólogos se fecha en el S. VIII al X d. C. Pero parece ser que esta muralla se superpone a otro tramo murario anterior, del S. VII adC y que no sería más que el arranque de la muralla que ya hemos visto de época púnica. Se documentaron también 38 piletas para la fabricación del garum, que estarían en uso hasta el S. IV d. C.

La necrópolis antigua de Malaka no se sabe dónde estaba. Sin embargo tenemos noticias de la necrópolis de Campos Elíseos de Mundo Nuevo, en la ladera de la Coracha. Desde finales de los años noventa a principios del S. XXI los arqueólogos sacan a la luz un conjunto da hasta 23 tumbas con una cronología que comienza en el S. VI y luego, con un salto, entre las centurias II y I adC Hay que destacar que cuando se realizan las obras de la tercera planta del aparcamiento de Mundo Nuevo, aparece una cámara hipogea (de planta rectangular y con dromos de acceso) y en su interior se documentaron hasta cuatro enterramientos de inhumación, uno en el pasillo y tres en la cámara. Para construir esta cámara se emplearon sillares de arenisca bien trabajados y por eso esta construcción recuerda a la cámara de Trayamar. En el interior se han rebajado cuatro oquedades para introducir a los cadáveres, aunque no se les puede llamar fosas, ya que no llegan a cubrir los cuerpos. Sólo delimitan un poco el lugar del enterramiento.

La cámara hipogea es del S. VI – V (púnica) y los otros 23 enterramientos eran del período II – I adC No sabemos nada de la necrópolis realmente fenicia, pero ahí tuvo que estar. Tengamos en cuenta que antes del S. VI se incineraba y los enterramientos eran en pozo y al abrigo natural de una pendiente, una ladera… No tienen marcas exteriores y por eso resultan difíciles de encontrar.

Entre el ajuar de la necrópolis ha aparecido gran cantidad de cerámica griega (de importación) y, entre todo ese volumen de materiales se ha encontrado un conjunto de cuatro pendientes de oro. Lo que esto nos indica es que Malaka debía contar con talleres metalúrgicos de importancia, algunos de los cuales estaban dedicados a los trabajos de orfebrería.

Los restos óseos se llevaron a analizar a Granada y los resultados dicen que los difuntos murieron a una edad aproximada de 40 años. También se demuestra que padecieron enfermedades como sinusitis, caries, artritis, problemas óseos…

Como ya sabemos, la base económica de Malaka estaba constituida por la obtención de la púrpura, el trabajo del metal (con la orfebrería incluida) y, sobre todo, las salazones de pescado y, a este respecto, se han encontrado redes de pesca bastante tupidas, lo que nos hace pensar en la captura del boquerón.

Aún nos falta un dato relevante con respecto a Malaka: ¿Dónde estaba la comunidad indígena que convivía con los fenicios? Y la respuesta es el entorno de la iglesia de San Pablo, al otro lado del río Guadalmedina, donde se encontraron silos y cabañas de planta circular que, junto con materiales y restos de cerámica a mano, se han interpretado como un lugar de de trabajo indígena, que estaría en funcionamiento desde el S. VIII adC.

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