Historia de Comares

De Malagapedia
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Comares, es indudablemente un pueblo escueto, es decir, despejado, limpio y claramente pintoresco, que desde la antigüedad ha fascinado a propios y extraños, debido en buena parte al enriscado paraje donde se asienta. Por eso ha sido siempre un pueblo sumamente interesante desde cualquier ángulo desde el cual se contemple, y puesto que su historia no ha sido escrita aún, adentrarse por entre los intersticios de su pasado forzosamente ha de ofrecer curiosas perspectivas desde el punto de vista histórico, no por impreciso menos sugestivo e importante.

Aunque bien mirado, resulta hartamente difícil remontarse a épocas anteriores a su conquista, ello es cierto, pero se nos ocurre pensar, a modo de esquema incuestionable, que Comares debió figurar -y de hecho figuró- entre los pueblos más sobresalientes de los ubicados por toda esta zona del Al-Andalus durante los siete siglos y medio largos de la España arabizada.

Pero una cosa es también cierta y no nos apearemos un ápice de esta convicción: Comares ya estaba ahí cuando los hijos de Mahoma invadieron la Península. Determinadas hipótesis podrían barajarse que nos acercarían a considerar los orígenes de este asentamiento, que incluso podrían remontarse a la prehistoria, muy concretamente a la Edad del Bronce, conocida generalmente como época argárica o mastiena, cuya cultura, como se sabe, se extendió por todo el litoral andaluz hasta Portugal, Galicia y Asturias, y, por Levante, hasta Cataluña, con algunas ramificaciones hacia el interior.

Unas excavaciones en Comares, debidamente planificadas y dirigidas por cualificados arqueólogos, darían como resultado la posibilidad de que existiese una cierta conexión de este asentamiento comarés, en su concepción primigenia, con los antiguos pobladores de la costa meridional de España, los argáricos o mastienos, habida cuenta la elevación sumamente quebrada y difícil donde la villa se encuentra, muy propia, según nos atrevemos a colegir, para un poblado de abolengo prehistórico.

En realidad no nos ha sido posible acercarnos plausiblemente a los orígenes de la villa. Por ello es de temer que cuanto antecede ha debido rozar, tangencialmente al menos, determinadas especulaciones o conjeturas que, en el mejor de los casos, motivarán tal vez que nos perdamos en argumentaciones de escaso fundamento. Pero sigamos adelante...

En el archivo del Ayuntamiento malacitano se halló una anotación referida a Comares, escrita por José Hermoso, la cual dice expresamente lo siguiente:

En la Jarquía de Málaga, seis leguas de ésta en lo alto de un cerro de agradable vista está la villa de Comares, en cuya subida se encuentra una fuente de regalada agua. Cércanla antiguos muros, y por partes peñascos ásperos. Es fertilísima de vino, pasas y de todos frutos. Tiene 400 vecinos, una parroquia. Hace por armas las de sus dueños, en escudo dorado tres fajas de sangre, abaxo el Rey Chico preso con cadena de oro en campo de plata orlado de vanderas.

Fundáronla griegos focenses 332 años antes de la Redención, con el nombre que tiene, interpretado "lugar de muchos madroños". Poseída de los moros la conquistaron los esforzados Reyes Católicos, como toda su comarca, año 1487, y la dieron con título de Marquesado a D. Diego Fernández de Córdoba, señor de Espejo y Lucena, Alcaide de los Donceles: hoy anda en la Casa de Cardona.

Por tanto, ya sabemos, al menos, una cosa: que Comares tiene una antigüedad que sobrepasa los dos mil trescientos años, y esto ya es bastante para seguir en la brecha y acercarnos a su historia. Sabemos que los focenses arribaron a las playas de Málaga allá por el siglo VII a. de C., créese por la parte comprendida entre Málaga y Torre del Mar. Se trataba, al parecer, de un pueblo civilizado y artista, comerciante y animoso, procedente de Fócida, comarca perteneciente a la antigua Grecia, al N. del golfo de Corinto, entre Tesalia y Beocia.

Porque la Axarquía fue en la antigüedad núcleo vital y altamente apreciado de cuyas riquezas nos hablan antiguos textos. No puede, pues, pasársenos la posibilidad de que precisamente los griegos hallasen dicho término en época distante, pues si ahondamos lo suficiente podemos ver, por ejemplo, que Tartesos fue región que se extendía por todo el suroeste de la Península Ibérica, concretamente hacia el año 1000 a. de C. Este pueblo tartésico lo constituían algunas tribus y pueblos con dominio en toda Andalucía y cuya influencia llegó a extenderse hasta Levante. Mantuvieron relaciones comerciales con los fenicios y, posteriormente, con los griegos (focenses) a partir del siglo VII antes de Jesucristo.

Tratando ahora de analizar, aunque brevemente, los distintos aspectos en que podría apoyarse la fundación de la villa, y teniendo en cuenta la información que se nos suministra, el origen de Comares arranca, casi con toda seguridad, de los focenses, como decíamos anteriormente, nada menos que 332 años antes de Jesucristo.

Por otra parte, se dice sobre Comares que se especula sobre posibles asentamientos en su ámbito de población íbera y posteriormente romana, de la que se han encontrado monedas e historia de la famosa fortaleza de Comarix. Parece evidente que los romanos también estuvieron aquí, si tenemos en cuenta la larga permanencia de los romanos en Málaga y su provincia, cuya influencia dejóse sentir en la mayoría de los pueblos de la región.

No cabe duda, pues, que los romanos, al estar en Málaga y en pueblos limítrofes, fueron extendiendo su influencia por otros núcleos de cierto renombre en los que, sin duda, también hicieron acto de presencia, pero donde sus huellas, al paso de los siglos, han ido borrándose casi por completo. Tal podría ser el caso de Comares.

Todo este asunto de la fundación de Comares pudiera no ser del todo convincente, ya que los rasgos urbanísticos y la propia ubicación de la villa nos apuntan a una concepción indudablemente agarena en razón a su aventajado asentamiento con respecto a los enclaves defensivos habidos por aquella época en la comarca. Nos obstante resulta difícil, si no imposible, remontarnos a tales tiempos, teniendo en cuenta el escaso material. Apuntalemos, por tanto, el esquema que nos brindan los casi ocho siglos de permanencia musulmana en España, durante parte de los cuales Comares fue, sin duda, reducto de una marcada influencia andalusí.

Lógicamente este cúmulo de años, tan enorme, forzosamente tuvieron que imprimir en la villa el aspecto inequívoco que incluso hoy nos ofrece. Lo árabe se evidencia en cada uno de sus rincones, ello es cierto, pero la fundación de la villa, en suma, sigue ofreciéndonos una incógnita de incomparable magnitud ante cuyas perspectivas no tenemos más remedio que descubrirnos, si bien debemos razonar que los árabes han tenido siempre una cierta predilección por las alturas, y es por eso que muchos pueblos y fortalezas fueron construidos por ellos en las montañas e incluso sobre crestas prácticamente inaccesibles, habida cuenta lo rudimentario de las armas que solían emplearse en las batallas de entonces, que hacían necesario el asentamiento de los núcleos urbanos y de los castillos sobre riscos o elevaciones más o menos inexpugnables.

En resumidas cuentas, los albores de Comares son, a nuestro modo de ver, ciertamente confusos. No obstante, y puesto que Comares nos ofrece, por otra parte, el atractivo de un contexto histórico incuestionable, precisamente por su condición nítidamente secular, con una carga más o menos positiva en cuanto a su identidad argárica o focense, nos hemos visto casi obligados a esbozar, mínimamente al menos, un ligero acercamiento a su hipotético origen. No cabe duda de que los siglos en que Comares fue reducto musulmán, con toda la fuerza histórica que ello implica, forzosamente nos lleva a un contexto ampliamente definido en cuanto a su ascendencia agarena, aunque ello no quiera decir que fueron éstos los autores de la fundación. Tenemos que echar mano, por tanto, a la evidencia diríase incuestionable de que fueron los focenses quienes construyeron el primitivo castillo comarés. Verdaderamente esto constituye una incógnita que no podemos salvar por mucho que nos lo propongamos. Pero tiene la fuerza necesaria como para hacernos copartícipes en la creencia de que fueron los focenses quienes construyeron el castillo, por las razones que fueren.

Otros casos bien distintos nos los proporcionaron los musulmanes al invadir nuestro territorio. En el caso de Comares se encontraron con unos muros ya construidos que aprovecharon convenientemente para convertirlos en fortaleza. La altura del cerro en el que estaban asentados les vino por añadidura, ya que, desde aquí, les era posible otear el horizonte nada más situarse en cualquiera de los riscos que coronan la altura donde posteriormente se asentaría la villa.

Hay que convenir en que fueron los árabes los que dieron una fisonomía sumamente singular a la población a medida que ésta iba ganando de forma paulatina la ladera opuesta a la que hoy ocupa el cementerio. La población, pues, “se salió del castillo” y construyeron sus moradas cuesta arriba con las características propias en cuanto a las turtuosas y retranqueadas calles tan propias de las que solían replantear los mahometanos, algunas de las cuales podemos observar aún hoy. Lo musulmán, pues, estuvo presente donde quiera que pusieron su planta, y aquí estuvieron cerca de ocho siglos sin ninguna clase de antagonismo con los cristianos que convivían en el lugar.

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