Francisco Martín Fernández
Francisco Martín Fernández, que nació en Cartajima el 9 de febrero de 1926, año en el que la localidad contaba con una abacería, propiedad de Antonio Ruano, y tan sólo una cantina, propiedad de Cristóbal, situada en calle Ancha, 29. Nuestro peculiar personaje encauzó su vida hacia la carrera eclesiástica, ingresando en el Seminario de Málaga para su formación vocacional. Durante su cuarto curso de teología obtuvo una calificación media de ocho puntos y, finalmente, recibió el Sacramento del Orden el 3 de julio de 1949, siendo obispo diocesano don Ángel Herrera Oria. Su vida laboral, entendiendo como tal la de párroco, presenta dos etapas diferenciadas. La primera es aquella en la que don Francisco fue pasando por las distintas parroquias de la Serranía y la segunda comprendería su labor en la capital malagueña.
Su primera misa la “Cantó”, en Cartajima, en la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario. Las celebraciones tras la misma por tal evento, tuvieron lugar en casa de su “Tío Castillo” Francisco Fernández González, amparado por su gran familia y amigos.
Dedicándonos a la primera, habría que decir que pasó por muchas y variadas parroquias de la Serranía: Benaoján, Montejaque, Jimera de Líbar, Olvera... en las cuales desarrolló una importante labor pastoral que aún hoy recuerdan los lugareños.
Destacaremos la realizada en la localidad de Benaoján, por ser ésta la primera parroquia a la que es destinado como encargado, hecho que se produjo en 1950. A su llegada encuentra una parroquia recién restaurada tras los lamentables sucesos de la Guerra Civil y a unos feligreses que destinaban la mayor parte del tiempo al trabajo industrial de chacinas. Desde su llegada realizó numerosos esfuerzos para motivar a los feligreses (los lugareños dicen que con don Francisco, como ellos lo llaman, la iglesia estaba llena). Fruto de su labor es la prolífera asociación de las “Hijas de María” con las que participó y ganó un concurso de tallas de advocaciones marianas celebrado en la capital de la Serranía. Era tanta la admiración que sus feligreses llegaron a mostrarle, que cuando él tuvo que dejar la parroquia le dedicaron una “completa” que la gente entonaba cuando fueron a despedirlo a la Estación y que decía:
Francisco de mi querer Adiós, Francisco querido Cuándo te volveré a ver
Yo no marcho por las gentes Que las gentes buenas son Me marcho porque me llevan
A cumplir mi obligación”Tras su paso por Benaoján fue nombrado ecónomo de Montejaque, luego encargado de Jimera de Libar. Fijándonos ahora en su etapa en la capital, habría que decir que fue nombrado párroco de la iglesia de Santo Tomás de Aquino el 21 de diciembre de 1972, donde desarrolló su labor evangelizadora hasta sus últimos días. Además, fue profesor de religión durante varios años en el IBM Sierra Bermeja. Pero su labor más destacada fue, sin duda, la realizada como capellán del Hospital Sanitario Materno Infantil de la capital, haciendo llevar un poco de consuelo y esperanza a niños y padres que se veían solos ante la enfermedad.
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